martes, 21 de septiembre de 2010

Administrando los bienes de Dios

ADMINISTRAR JUSTA Y CORRECTAMENTE ES UNA MANIFESTACIÓN DE FE



Apartes del sermón predicado en la Iglesia Presbiteriana Betania, por el CSM. Fabio Romero Guevara, en el 25avo. Domingo del tiempo común.


En el sermón del pasado domingo 19 de septiembre aprendimos que la administración que ejerzamos aquí en la tierra, está ligada a la preparación para asumir mayores responsabilidades y recibir mayores bendiciones de parte de Dios, y tiene que ver también con nuestro compromiso y dedicación hacia las cosas eternas.

Y vimos como Dios reclama como suyas toda la creación (Salmo 24: 1), y que por tanto nosotros pasamos a asumir el rol de administradores, de mayordomos de sus bienes, por lo que esta misión hay que ejercerla con gran responsabilidad dedicación y entrega.

Ahora, el asumir la actitud contraria, es decir la actitud de relacionarnos irresponsable con lo que Dios a creado y que es suyo, trae consecuencias funestas que atentaN en contra de nuestra subsistencia en la tierra (Apocalipsis 11: 18)

Dios espera que entre otras cosas, seamos excelentes administradores con nuestro cuerpo (1 Corintios 6: 19 - 20), con el manejo del tiempo (Colosenses 4:5, Eclesiastés 8:5), con nuestra capacidades (Mateo 25: 15)

Ahora, Dios nos exhorta a no dejar que los logros y bienes que obtengamos, nos haga olvidarnos de que todo ha venido, viene y vendrá de su mano (Deuteronomio 8:11, 17-18), pues todo es de Él y a Él pertenece (Hageo 2:8)

Que de esos bienes con que nos bendice Dios, Él espera que le devolvamos la decima parte para el servicio a Él y a su obra (Levítico 27:30, 32)

Esa actitud agradecida para con Dios por las bendiciones recibidas de su mano, hace que Él se disponga a derramar su misericordia de una manera sobreabúndate en nuestras vidas (Malaquías 3:10)

Pero nunca debemos olvidar que la ofrenda y todo lo que dediquemos a Dios y a su obra, debe ser un símbolo de lo realmente importante y fundamental en la actitud cristiana, entregarnos nosotros mismo en lo que somos hacemos (2 Corintios 8:3, 5).


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