domingo, 18 de octubre de 2009

Dejando en claro nuestra identidad Calvinista

Nos permitimos reproducir algunos artículos tomados de, http://jcalvino-jubileo-2009.blogspot.com/2007/01/el-proyecto-poltico-de-calvino-en.html, por considerarlos de suma importancia a la hora de aclarar algunas ideas mal asumidas por parte de mucha gente, frente al pensamiento del reformador Juan Calvino en lo que tiene que ver con su proyecto político, y en particular en lo que se refiere a la soberanía de Dios, la idea gobierno en Ginebra y el sentido práctico de la reforma, y desde los cuales se ha dado pie principalmente para acusar al reformador ginebrino de querer implanta una teocracia y por lo tanto de querer construir históricamente, una sociedad perfecta, lo cual como veremos, es totalmente erroneo

La soberanía de Dios

Detrás de este esfuerzo transformador, se puede descubrir en Calvino una pasión viva por obedecer, honrar y servir al Dios majestuoso y misericordioso que reencontró, lo convirtió y lo llamó a su servicio. En la teología y en la matriz espiritual de la reforma, la conciencia de la soberanía de Dios constituye una pauta hermenéutica de central importancia; se trata de un dios soberano y glorioso que no solamente conquista al individuo sino que ejerce su providencial, benéfico y firme gobierno sobre todas las dimensiones de la existencia social y universal. Así pues, la tarea de Calvino, consecuencia de esta relación vital con Dios, consistiría en reclamar cada aspecto de la vida, cada momento de la existencia, cada palmo de terreno, para la gloria de Dios.

La visión calviniana fundamental acerca de la sociedad se centra precisamente en idea del gobierno o soberanía que Dios ejerce por medio de Jesucristo en el mundo, trayendo hacia su reino y sometiendo a su voluntad. En su concepto del reino Calvino se sostuvo en tensión frente a tres posiciones diferentes. Por un lado, rechazó media católica del corpus christianum en que la iglesia era identificada con el reino de Dios y se veía impulsada a sujetar la esfera secular a la autoridad del Papa; en ésta perspectiva, la cultura toda quedaba sometida a la supremacía de la iglesia. Calvino repudiaba cualquier insinuación de un proyecto eclesiocrático (gobierno de la iglesia sobre el mundo) o hierocrático (concentración de la autoridad y el poder en la jerarquía sacerdotal).

Por otro lado, Calvino también rechazó el dualismo luterano contenida en la doctrina de “los dos reinos”. Para Lutero, el reino de Cristo se refiere al evangelio y a la iglesia, nada tiene que hacer en la esfera secular. La ley, por el contrario, le es encomendada al magistrado a fin de ejercer el gobierno civil. Ahora bien, es verdad que Calvino reconoce la existencia de dos esferas o jurisdicciones a las que está sujeto el ser humano: el reino espiritual y el régimen político; pero no separa el evangelio de la ley ni, por tanto, restringe el señorío de Cristo a la esfera eclesiástica. Por el contrario, la iglesia procura extender la soberanía de Dios hacia las distintas parcelas de la existencia civil.

La tercera posición rechazada por Calvino era la de los anabaptistas. La radicalidad de esta ala de la reforma, de naturaleza quiliasta y revolucionaria, le parecía Calvino más bien sectaria; propendía a interpretar el reino de una manera legalista y entusiasta que se traducía en “un completo rechazo y apartamiento de las responsabilidades ciudadanas de este mundo pecador”. Aunque Calvino pensaba el cristiano es tenazmente intolerante de lo que es anticristiano en los dominios de un mundo político, estuvo dispuesto a mantener la solidaridad del creyente con el entorno social con el fin de influir en esta realidad y transformarla mediante su servicio político en el gobierno.

¿Teocracia o democracia?

Es en este contexto de la soberanía de Dios donde conviene dar cuenta del debate sobre si Calvino promovió una perspectiva democrática o si procuró establecer una teocracia en Ginebra. En general, los acentos religiosos del reformador, sus preocupaciones espirituales y su promoción de la gloria y el reino de Dios en todas las esferas de la vida señalando una tendencia en dirección a la teocracia. Muchas veces han convenido en ello. Así por ejemplo, C. H. Irwin señala sin reservas: “es cosa bien sabida que el ideal que Calvino acariciaba para el estado era el de una teocracia. El intento hacer de Ginebra una ciudad de Dios”.
Sin embargo, nada había más lejos de su mente que una especie de dominio clerical sobre todas las esferas de la cultura y la sociedad, ya que él reconoce un lugar muy digno y elevado al gobierno y a los gobernantes, de ellos su oposición a ganar kilo tienen nombre de la religión o el reino de Dios proponía la supresión del estado. Lo que algunos entienden por teocracia en relación a Calvino, es más bien su insistencia en la colaboración de la iglesia, con su cometido espiritual, el auxilio del estado para la implantación de una caridad cristiana debida en la ciudad que había abrazado, por decisión pública de los ciudadanos, la reforma. “En espíritu –dice Brillenburg- la iglesia tiene que proclamar la palabra y a través de su disciplina cooperar en aplicación y ejecución de la misma en situaciones concretas”.
Para Calvino era suficiente que el gobierno, ejercido por magistrados civiles, de acuerdo con principios propios de su esfera y carácter, y por los medios adecuados de su oficio, “asumiera su responsabilidad ante Dios… y se propusiera como fin la operatividad efectiva de la voluntad de Dios en la vida del pueblo”. Y es que se trataba de gobernantes que profesaban piedad y estaban interesados en construir una ciudad manifiestamente cristiana.
Por otra parte, en la época de Calvino la comunidad cristiana y la comunidad civil eran co-extensivas; cada miembro de la sociedad civil era también miembro de la iglesia y viceversa. La estrecha relación que había entre iglesia y estado, por ello mismo, era pues un legado del pasado europeo medieval. Valdo Vinay recalca éste hecho al explicar: “la comunidad cristiana y la comunidad civil coincidían en Ginebra de Calvino, tal era también el caso de otras ciudades y estados del siglo 16”.El espíritu de servicio y hermandad propio de la comunidad religiosa llegó a afectar a la dinámica y el espíritu de la ciudad. Citando nuevamente a Vinay: “Libertad, igualdad, fraternidad, las tres nacieron en la comunidad calvinista y pasaron luego a la vida política en las democracias. La libertad otorgada por Dios, la igualdad ante los ojos de Dios, la fraternidad para con el prójimo, sólo las características esenciales de un estado justo entendidas como libertad de la tiranía, igualdad ante la ley y fraternidad en la administración de los bienes terrenales”.

De acuerdo con esta manera de entender la vida humana, el término “teocracia” no logra realmente describir lo que Calvino logró suscitar en la vida de Ginebra. De hecho, si entendemos al sentido literal de lo que teocracia significa –gobierno directo de Dios como en el caso de los hebreos antes de que nombrar al rey, o gobierno en que el poder supremo está sujeto a los sacerdotes (o hierocracia)-, Ginebra nunca experimentó una teocracia. Como ha mostrado Sydney Rooy, “Ginebra estuvo lejos de tener una teocracia. En realidad el gobierno estaba en manos de un grupo de comerciantes, artesanos, familias tradicionales y otras, todos elegidos por los ciudadanos, que tenían el control absoluto sobre los asuntos del pueblo”.

Por tanto, cuando se habla del elemento o acento teocrático de la experiencia ginebrina, se debe entender más bien la espiritualidad que la reforma aportó a la vida civil, misma que operaba como el alma de una existencia social que quería ser simplemente humana, justa y sana. No tenían nada en común con la usurpación de los elementos propios de la cultura y la política por parte de la religión, del fanatismo o del clericalismo; no pretendía hacer una mera reproducción del modelo medieval autocrático, monolítico, asfixiante, sólo que ahora con el signo protestante. Aspirara, al contrario, a enriquecer el ejercicio del poder político inyectando en los procesos humanos de la decisión y de la administración del gobierno civil, sin negarles su relativa autonomía, la vitalidad espiritual y los principios trascendentes del evangelio de la casilla que les dan su verdadero sentido y su real eficacia. La summa pietatis expuesta por Calvino, dice David Willis, era precisamente “lo más apuesto a la devoción individualista en que ha venido a parar la idea en la “piedad”; más bien se refería a aquella adoración del verdadero Dios que “corresponde al bienestar de la sociedad.

El sentido práctico de la Reforma Calvinista (1)

El sesgo que el joven erudito francés refugiado en Ginebra imprimió a un movimiento esencialmente religioso y espiritual, abarcaba todas las esferas de la vida personal y comunitarios más allá de las actividades puramente eclesiástico-litúrgica. Su plan de construcción teológica y dentro de cómo responde que reestructuración de la vida cristiana era eminentemente práctico encono; implicaba la necesidad de llevar a cabo profundas y urgentes transformaciones en la vida del creyente, de la comunidad religiosa y de la sociedad en general. Así desarrolló su proyecto teológico como una comprensión de la praxis cristiana orientada a la “reformación” de todas las áreas y estructuras de la vida.
John Leith, al discutir la doctrina de la vida cristiana según Calvino, declara: “El interés manifiesto de Calvino por la teología era de carácter práctico. Más todavía, consideraba la teología como una ciencia práctica… la verdadera tarea de la teología no consistía en dar respuesta a cuestiones especulativas, sino contribuir a la edificación del hombre y la mujer cristianos. La conducta del cristiano, no el asentimiento verbal a la doctrina o los ritos, en la prueba decisiva de sus convicciones religiosas”.
Esta obediencia práctica de tipo muy concreto en todos los órdenes de la vida, constituye la preocupación constante de trabajo pastoral de Calvino. De ahí cortaron los esfuerzos del reformador orientados a promover una legislación y unas medidas específicas a favor de los pobres, los refugiados, los desempleados, los sistemas sanitarios, el drenaje, educación, de industrialización, etcétera. La promoción de la reforma eclesiástica iba de la mano con la promoción de la reforma social para ajustar la ciudad a las exigencias del evangelio; ésta combinación sería en gran medida, a “la interacción dinámica entre la teología y acción”. El desarrollo experimentado por Ginebra fue la expresión concreta de la teología “reformada” entendida como “la consecuencia lógica, dentro del mundo, del énfasis particular de la reforma sobre las aplicaciones prácticas del evangelio y la iglesia de nuevo testamento a la vida diaria.
(1) El agregado en Cursiva es nuestra